En sus memorias de 1990, el buen doctor Asimov conto que, luego de vivir la decada del 80, la decada del yo, decada en la cual él se convirtio, gracias a la venta de sus quinientos libros, en millonario, no se habia sentido comodo para nada, porque, despues de todo, él habia crecido como el hijo de un tendero en la gran depresion.
Lo mas fuerte de las memorias de Asimov son los recuerdos que parece tener de esos momentos donde personas desesperadas pasaban por el negocio de su padre pidiendole un dinero que este, con mujer y tres hijos, no podia prestarles.
Trabajando de lunes a domingo, sin cerrar ni siquiera para las siestas, en turnos que duraban, a veces, hasta dieciseis horas corridas, con padres e hijos turnandose para que siempre hubiera alguien detras del mostrado, la vida del joven Asimov no habia sido facil.
Sin embargo, lo mas impactante para este era el hecho de la falta de un lugar, en plena depresion, donde una persona pudiera encontrar consuelo o, al menos, ayuda. Nosotros no podiamos darsela, explica Asimov, porque careciamos de dinero y apenas sobreviviamos.
Aunque la imagen resulte fuerte muchos españoles sienten, con el aumento de la edad para jubilarse y una crisis que empieza a asomar, que ellos viven una situacion parecida a la que narro Asimov: sin dinero ni lugares a donde pedirlo.
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